sábado, 1 de agosto de 2009

Líderes para Chile

Escribe: John Parada

Una democracia sana requiere, con urgencia, la generación de nuevos y numerosos liderazgos en todos los ámbitos de nuestra vida política, económica y social. No es tarea fácil pues nuestro sistema político tradicional ha sido forjado para inhibir el liderazgo innovador igual que nuestro sistema económico tradicional ha sido forjado para inhibir el surgimiento de emprendedores competitivos.

Lo que necesitamos urgentemente es una revalorización y reinvención de la política como responsabilidad compartida entre todos por la construcción y el progreso de nuestras comunidades y desde ellas de un orden internacional más justo y vivible.

Los griegos llamaban "idiota" al "ausente de la ciudad", a quien se dedicaba exclusivamente a sus asuntos privados renunciando de hecho a su condición de ciudadano. Necesitamos estimular una ciudadanía activa que impulse las reformas exigidas para nuestro desarrollo democrático. Sin ella será imposible la renovación de la política. Tampoco podemos confiar sólo en los gobiernos y en la mejora de sus capacidades expertas porque lo que está en juego no es principalmente la calidad de las políticas públicas sino la necesidad de una práctica política democrática renovada. Nadie sabe muy bien cómo se hace eso, incluidos los expertos. Por eso necesitamos liderazgos que se pongan al frente de procesos de experimentación y aprendizaje social en todos los ámbitos de la existencia colectiva.

Necesitamos líderes capaces de formular visiones compartidas por audiencias cada vez más amplias, lo que exige en los líderes y sus equipos: 1.- la comprensión de los intereses a corto y largo plazo de un amplio espectro de actores sociales; 2.- una percepción afinada de los equilibrios implicados en los arreglos institucionales vigentes; 3.- conciencia suficiente de los impactos que las tendencias y fuerzas de cambio actuales y futuras pueden tener sobre la sociedad. Lo decisivo no es que la visión sea innovativa por que sí, sino que además conecte con los intereses y motivaciones de amplios sectores o audiencias.

Necesitamos liderazgos dotados de legitimidad, que es lo que permite que funcione una comunicación efectiva con las audiencias. Ello depende no tanto de las habilidades para comunicar como de haber alcanzado credibilidad. Tampoco depende de la detentación del poder (todos los líderes son detentadores actuales o potenciales del poder; pero no todos los detentadores del poder son líderes), sino de la credibilidad y confianza que inspiran, la cual no procede automáticamente de las cualidades personales, sino de un proceso de percepción de consistencia entre el discurso, las acciones y los resultados.

Necesitamos líderes capaces no de ahogar sino de enfrentar el conflicto positivamente, porque si éste no puede emerger tampoco lo hará la conciencia de los costos de mantenimiento del status quo. La democracia también es arena para la emergencia y el tratamiento civilizado del conflicto. Los líderes innovadores saben utilizar el conflicto como una oportunidad para el desarrollo y aprendizaje social. Lo hacen a través de la capacidad para convertir demandas, valores y motivaciones conflictivas en cursos de acción coherentes, que competirán en la arena política y social con otros alternativos. El cambio institucional genera conflicto no sólo entre actores sino el en el seno de un mismo actor. La incertidumbre inherente a todo verdadero cambio produce ansiedad, cuyo nivel debe acompañarse con el aprendizaje de nuevas pautas y la adquisición de nuevas seguridades. Si huir del conflicto puede evitar la reforma, el conflicto descontrolado puede generar un exceso de incertidumbre que puede traducirse en el rechazo del liderazgo.

Necesitamos, en fin, liderazgos catalizadores del proceso de aprendizaje y adaptación social. La clase de liderazgo capaz de catalizar el cambio institucional se plantea cuestiones y opciones difíciles cuyo enfrentamiento no tiene respuestas preestablecidas y plantea la necesidad de iniciar procesos de aprendizaje social. La capacidad para generar y conducir estos procesos es quizás la más sobresaliente del liderazgo requerido.

Esta labor de liderar, en absoluto está reservada a una elite reducida y selecta. Los líderes no nacen ni se fabrican en escuelas de lujo, sino que se hacen a sí mismos por la determinación de serlo. No hay ninguno de nosotros que en algún momento, en alguna situación, no pueda ponerse al frente y generar un proceso de aprendizaje positivo en su ámbito social. Ocupará entonces una posición de liderazgo, estará haciendo la política que necesitamos para el país y la democracia que soñamos.

De cada uno de nosotros depende hacer nacer una nueva democracia basada en este nuevo liderazgo emprendedor e innovador, y para eso debemos trabajar en conjunto y con mucho ahínco.


www.yatiri.blogspot.com

No hay comentarios: